Ahora que dejé de navegarte en mis noches de insomnio,
ya no escribo tu olor ni sudo tu indiferencia.
Creo que he vuelto a sentir el viento chocar contra la persiana
mientras las aletas del ventilador producen ese chirriar constante
de aire viciado, de sábanas humedas y almohadas vacías.
Mi mejilla se quedó pegada al colchón que nunca tocaste,
por miedo quizás, temor a no saber cómo despegarte de él,
o de mi, luego.
Ahora que soy conciente de mi inconciencia, lo disfruto.
Disfrutarte habría sido un exceso.
Que me disfrutes, lo sé.
Cuando me veas sonreír,
sabrás que alguna vez fui tuya.
.