Proximidades fugaces
que no entienden de razones
ni preguntan el por qué.
Quería escribirte,
dibujarte sobre mi papel
entre mis letras
con mis manos.
Pero hace tiempo que no encuentro las palabras,
para decirte NADA.
Y es que hay tanto que hablar
que a veces prefiero quedarme en silencio,
mirándote.
Así, a lo mejor
las cosas se digan solas
y a nosotros sólo nos queden los ecos
de las voces
volviéndose piel.
¿Será lo efímero el detalle,
o el temor al riesgo
nuestro error?